sábado, 20 de febrero de 2010

FRAGMENTOS – CIX

FRAGMENTOS – CIX

Camino en el arroyo cruzándolo por las piedras, una a una las voy midiendo, tratando de saber su me soportarán o caeré al agua, una a una son como estrellas que van marcando un camino, no sé si valdrá la pena llegar a la otra orilla, pero sí sé que debo hacerlo, debo alcanzar el otro margen porque mi camino no0 puede detenerse. No importa a dónde ir sino ir, caminar, trepar, correr, saltar, enfrentar obstáculos, si bien la meta es un lugar concreto, no importa tanto llegar a él como hacer mi camino.

Una maraña de setos y espinillos me espera del otro lado, pero sé que no me dañarán, entre ellos encontraré algo bueno para mí, tal vez unas dulces grosellas, unas moras jugosas, o alguna flor de las que empiezan a salir entre tanta oscuridad y tinieblas. Junto agua del arroyo, y la bebo, es fresca, cristalina, también el agua empieza a ser limpia y agradable, no más turbia, no más revuelta. Algunos peces, pequeños aún, empiezan a moverse corriente arriba, la vida va desarrollándose de nuevo.

Es un día de campo para mí, comí tomates de una planta y ahora tengo el postre de estas grosellas del matorral, a la vera del agua, festejo la vida y refuerzo mi fe en el mañana con tanta naturaleza, con tanta belleza. Hace días que no tengo pesadillas, de todas maneras sigo pensando que todo es un sueño, pero debo confiar en seguir mi rol en este juego, si todo responde al Universo, mi papel en él, por humilde que sea, tan bien debe responder a sus designios.

Huelo un agradable sahumerio de la India, un Nag Champa, el mismo que aprendía tomar por el olor de Dios, el aroma de lo divino, de lo trascendente, sé que es mi imaginación o un regalo del Cielo, en medio de la nada no creo que sea posible encontrarme con ese amado perfume. Pero sí, lo sigo oliendo, casi en puntillas me dirijo hacia donde creo que viene la fuente de ese aroma, y a los pocos metros encuentro una pequeña construcción redonda, como si sólo pudiera albergar a dos o tres personas a la vez y, dentro, un santuario con flores, imágenes sagradas de varias religiones y creencias, y un sahumerio a medio andar. La casita es un lugar de meditación, decorado con austeridad y buen gusto, y con sólo entrar en ella ya se vive un clima de paz y armonía extremadamente agradable. Hace meses que no me encuentro en un ambiente tan maravilloso. Sin dudarlo, me siento en posición de loto, y hago mis oraciones, las mismas que me han acompañado día tras día, con renovada devoción.

No ha pasado mucho desde que he sentido una presencia en el lugar, lejos de sobresaltarme o ponerme en guardia hacia ella, me levanto delicadamente y dándome vuelta me enfrento a ella. Es un hombre algo mayor que yo, con barba y pelo largo de color blanco, viste unos pantalones y camisa blanca y, apenas, un liviano abrigo del mismo tono. Si mirada me hace acordar al sol poniéndose, con la calidez del día pasado y la esperanza de un mañana mejor, lo saludo, con una pequeña reverencia que él me devuelve y nos sentamos frente a frente a charlar.

Me cuenta que vive en comunidad muy cerca de allí, que tienen ese lugar especial para la meditación y la introspección de cada uno, que soy bienvenido y que reciba sus bendiciones. Por un momento me siento en casa, como si hubiese arribado en mi hogar de niño, en la calidez de los afectos y la protección de los mayores. Todos en ese lugar son felices, no temen por el mañana ni reprochan los malos momentos que nos trajeron las catástrofes pasadas.

Vivo una semana completa con ellos, como, comparto en trabajo diario y las charlas, y bebo de la luz de cada ellos de manera que puedo seguir mi camino sabiendo que no todo está perdido y ya prenden los retoños de un nuevo mundo.

Llevo en mi cuello un pequeña cruz tallada que me colgaron los amigos en recuerdo de mi paso por su comunidad, les dejo mis bendiciones y buenos deseos, y les hago un mapa de dónde se encuentra mi refugio por que necesitan moverse más al oeste. Ya lejos del lugar todavía siento sus abrazos de despedida como un poncho calentito que cubre mi alma. Siento el amor, siento el Universo, y sé que hay esperanza en el mundo. Doy gracias.

miércoles, 17 de febrero de 2010

FRAGMENTOS – XXX

FRAGMENTOS – XXX

Es muy difícil moverse, hacer algo, cualquier cosa, cuando alguien está en coma. Este estado lo vivo como una celda, como un chaleco de fuerza poderoso que me aplasta contra la cama y me inmoviliza. También me impide hablar o comunicarme de manera alguna, ni siquiera puedo abrir mis ojos. A veces, sólo a veces, logro abrirlos un milímetro y espiar a través de esa pequeña rendija, pero nadie lo advierte, ya nadie está pendiente de mí.

Sufro una parálisis y mi cuerpo no responde. Sólo mi mente se encuentra despierta y activa las veinticuatro horas del día, como si ni siquiera necesitara dormir, de hecho sólo recuerdo pequeños cabeceos, como micro sueños de segundos o minutos, no más de eso.

También se me mezclan los sueños con la realidad, al tener una vida “real” tan limitada, vivo en fantasías, en pensamiento y ráfagas de hechos que ya no sé distinguir si son parte de un sueño o los he inventado. Mi vida entera ha sido un invento, como si cada cosa mala que me ha sucedido, la he ignorado inventándome otra versión de las cosas, como si se pudiera borrar la realidad cubriéndola con una pantalla de ilusiones que proyecto sólo lo que queremos.

Esa ilusión me ha costado caro, no he podido seguir la línea recta de la verdadera vida, con sus tropiezos y obstáculos, me fue más fácil eludirlos, cambiando la realidad por una fantasía.

Yo mismo me he puesto en coma, como tratando de cerrar los ojos y obligarme a vivir en sueños, como si tratar de esconderme en una oscura cueva y escaparme de la luz. También me he metido preso, haciendo todo lo que podía para llegar hasta allí. También me he enfermado hasta casi la muerte, produciéndome a mí mismo el suficiente daño para escapar por la vía del suicidio. Buscando a unos y otros, no me hallé, buscando vivir con los demás, me fui aislando, construyendo la soledad más infinita, aquella que sólo se parece a la muerte misma.

No puedo dormir, no puedo moverme, no puedo alcanzar los brazos de mis seres amados, no puedo hacer reír a nadie, no puedo hacer gozar a nadie, estoy en la inmovilidad de la muerte y, lo peor es que yo mismo me he puesto en esa posición.

No encuentro la salida a pesar que yo mismo cerré las puertas y eché las llaves al río, una salida que era una puerta hacia algo nuevo y mejor, pero en cuanto la crucé me vi atrapado en el mismo ciego callejón al que tantas veces había arribado. ¿También esto lo habré soñado o será un lapsus de coherencia donde descubro que sigo escribiendo torcido en reglones derechos? ¿Habré hecho de mí mismo el triste personaje que sólo sabe sufrir, que sólo sabe perder?

Es de noche, una vez más veo fugarse la luz del sol de la ventana de mi habitación del hospital. Ahora esa venta se convierte en un opaco y pequeño ventanal, alto e inaccesible, propio de una celda y hasta las paredes van cambiando. Las veo grises, sucias, o a ratos acolchadas como si estuviese loco y en ese manicomio no me dejaran lastimarme a gusto. Tengo muchos golpes encima, más en el alma que el cuerpo, y los peores daños me los he infringido yo mismo. ¿Cómo se hace para madurar, para dejar de ser el miso y repetido personaje que camina en círculos, en una noria a la que él mismo se ato?

No sé qué será de mí mañana, tal vez vuelva al camino o siga en una celda, tal vez siga en coma o me encuentren colgado de un árbol, pero sea lo que sea, quisiera que fuera real.

lunes, 15 de febrero de 2010

FRAGMENTOS – XIX

FRAGMENTOS – XIX

Voy en un globo aerostático, muy alto, tal vez sobre los Andes, o un macizo importantes de montañas. Allí abajo veo signos construidos en medio de sembradíos, como si fuesen mensajes para el Cielo, no sé si extraterrestres o humanos los han hecho pero me llaman la atención. Son indescifrables, por lo menos para mí, pero entiendo que no han sido puestos en vano. En todas épocas existieron mensajes claros, firmemente dejados para ser interpretados, y si llegaron hasta nuestros días es porque también nos compite descifrarlos, entender el mensaje y responder a su desafío.

Me encuentro en una cueva, la ilumino con una antorcha y gracias a ella veo los dibujos en las paredes, grabados que el hombre ha hecho hace miles de años. Siempre existieron las señales y solamente debemos entender su mensaje para poder seguir adelante. No logro saber qué significan.

Paso mis manos por un templo de piedra en plena Inglaterra, desde el siglo I que se escribieron signos en sus paredes y las imágenes también llevan su mensaje.

Me hundo en una gran biblioteca leyendo profecías, mensajes sagrados, visiones, y en todos se ve claramente hacia dónde va el mundo, no hace falta entrar en los detalles, un nuevo mundo surgirá pronto reemplazando al que conocemos. No sé qué hacer, a quién hablar o si es correcto tratar de difundir lo que entiendo como la verdad ¿tal vez no lo sea? ¿tal vez sólo sea una ilusión, una forma de mi propia angustia que se corre hacia la imagen apocalíptica, como sintiéndose seguro en el peor escenario, como imaginándome un fin del mundo por no poder imaginarme un nuevo amanecer en mi propia vida.

¡Será el suicidio la salida? ¿podré eludir lo que pase si simplemente me desentiendo de lo que creo que va a suceder? Todavía no estoy lo suficientemente loco o cuerdo, para tomar una decisión de esa índole, prefiero quedarme, luchar, abrirme camino en medio de escombros y ruinas, en vez de atravesar el paso de la muerte. No será fácil, muerte, guerras, cataclismos, significarán una desgracia como jamás vivió la humanidad. Pero quiero estar aquí, muy dentro mío siento que por algo llegué hasta aquí, que no puede ser en vano que haya vivido para ver este final, que algo podré hacer.

Creo en un universo caótico y armónico a la vez, y creo que el planeta solamente se sacudirá para tomar lugar en el nuevo rol que le corresponde en ese cosmos. Siempre existieron la luz y la oscuridad, y es hora de volver a tomar partido por uno u otro lado. Combatiré del lado de la luz, pase lo que pase, con la conciencia de hacer lo correcto, de vivir o morir por lo que realmente vale la pena.

Sigo soñando ¿o estaré en coma, tirado en una cama, delirando? No lo sé, pero tampoco importa, sea cuál sea el escenario del momento, ya he tomado partido por el bando en el que lucharé.

domingo, 14 de febrero de 2010

FRAGMENTOS – VIII

FRAGMENTOS – VIII

Cuántas veces he hecho el esfuerzo de creer en alguna persona que sabía que me iba a defraudar, y me defraudó. No era para mí sencillo predicar en favor de la solidaridad y el amor al prójimo, mi inocencia o mi falta de criterio, de una candidez impropia de un adulto, me dieron muchas pruebas de todo lo que me equivocaba, pero ahora, en el fin del mundo tal como lo conocimos, en el umbral de un nuevo mundo ya pronto a venir, sabía que debía afinar mi ingenio, porque el único camino para atravesar esa puerta era el amor, a los otros a los prójimos-próximos y a los no tan próximos.

Camino por una calle llena de gente, personas preocupadas por las cuentas pagar o por comprarse un nuevo televisor de plasma, preocupadas por el qué dirán o por quedar bien con todo el mundo. Estas personas no tienen conciencia de que todo eso desaparecerá en un instante, cuando la primera catástrofe sobrepase la capacidad limitada de superarla, ya no habrá electricidad, ni televisión, ni internet, ni trabajos, ni cines, ni shoppings, ni nada. Todo acabará como empezó, y empezará como ya empezó en otros tiempos de la humanidad… el hombre despojado de todo, confiado solamente en su astucia, sus instintos, y la fuerza de sus piernas y brazos. Ya no habrá tarjetas magnéticas que nos digan quiénes somos, cuánto ganamos o qué bienes poseemos, solamente nuestro apretón de manos, nuestra mirada franca nos podrán dar el crédito entre hombres, en un mundo nuevo.

De poco valdrán los títulos académicos o nobiliarios, las cuentas corrientes o el status social, solamente el hombre comerá de lo que coseche con sus manos y podrá formar alianzas en base a su lealtad e integridad personal. Ya no más referencias bancarias, ni fraudes escondidos en antecedentes fabricados. Seremos lo que ven en nosotros, cada día, a cada hora, sin hipocresías, con nuestras lágrimas y penas, con nuestras alegrías y anhelos.

Los hombres estaremos desnudos antes los ojos del otro, nada podrá fingirse ni taparse con dinero, y al no existir la hipocresía, no tendremos más remedio que confiar en el otro, apoyarnos en el otro, tal como debió ser siempre. Cuando más nos apartamos de los demás, más fácil nos resultó ignorarlos, si cruzábamos a un mendigo o cambiábamos de vereda o el dábamos una moneda sin mirarlo siquiera. Cuando alguien perdía su trabajo o su casa, era más fácil quitarlo de la agenda que preocuparse por su futuro.

Pronto, todos estaremos en igualdad de condiciones, no habrá electricidad para usar nuestros teléfonos, ni combustible para nuestros autos, de a pie, todos seremos iguales, quien no trabaje no comerá, quien no ayude no será ayudado.

Ya llega el cambio, este mundo depredado por el hombre, se sacudirá a gran parte de nosotros, y los que queden deberán aprender la lección y caminar de la mano, unos con otros. Seremos, por fin, hermanos o no seremos nada.

sábado, 13 de febrero de 2010

FRAGMENTOS – XII

FRAGMENTOS – XII

Las catástrofes en todo el planeta se siguen produciendo día a día, nosotros los argentinos seguimos pensando que a nosotros nunca nos pasará. Siempre ha sido así, esa mezcla de superioridad injustificada y necedad, nos hace ponernos al margen de casi todo lo que pasa. Recuerdo las profecías del artista plástico Solari Parravicini, cuando anunciaba que lo que iba a pasar en el mundo, primero iba a suceder en Argentina, y así fue como los corralitos bancarios precedieron a la caída de las hipotecas y al colapso financiero de todo el mundo. Ahora, tal vez, sea hora de los cataclismos. No pasa una semana en que no haya un sismo, pequeño o grande, en algún lugar del país. Pero seguimos mirando para otro lado, todas las advertencias están ante nuestra vista, todas las alarmas están prendidas, pero nadie las escucha.

Si pudiéramos tomar conciencia del fin del mundo, tal como lo conocemos, podríamos ir pensando cómo construir el nuevo mundo, el que irremediablemente estará presente en cualquier momento. Su pudiéramos poner todos nuestros conocimientos, nuestros brazos, nuestros corazones, al servicio de esa nueva humanidad que será solidaria o no será nada, podríamos lograrlo.

Recuerdo las películas que hablaban de las inundaciones, de las nevadas eternas, del cambio de eje de los polos magnéticos, de tsunamis y volcanes, y de éxodos y hambrunas, y tampoco nada de eso logró captar la atención de los hombres. Muy pocos, tal vez los que más acceso tenían a información clasificada, fueron tomando sus recaudos. No fue casualidad la compra de campos en la Patagonia por millonarios de todo el planeta. No fue casualidad los estudios sobre los acuíferos y las zonas de cultivo que aseguraban la comida. Más vale una semilla, que un dólar, pero seguiremos prendidos a él, sin ver la realidad, hasta que nos los tengamos que comer.

Decenas de profecías existen en la historia de la humanidad. Nostradamus, el Calendario Maya, los relatos de los indios Hopi, y todas estuvieron allí a nuestra disposición, sin que existiera un plan global para enfrentarnos a esa realidad. Es muy probable que los que más sabían hayan decidido mantener en la ignorancia a las grandes mayorías, para todo9s no habría salvación, ni agua, ni comida, ni futuro. El egoísmo, propio de los gobernantes, fue el reflejo de esta teoría de secretos y mentiras, y también colaboró para ocultar la verdad.

Benjamín Solari Parravicini, escribió hace muchos años: “Caminante! Una tarde será tu partida en un abril... dijo el poeta, y fue tu mente la que le tomó un día diciendo: partiré en un abril de melancólico otoñado... fue una tarde que leíste, y desde ese entonces aguardas, ¡Oh! ¡No! Caminante: aún no es la hora, ni será tu abril - Tal vez en un mañana inesperado llegue tu abril, mas no en el instante en que tu misión es álgida y necesaria al hermano amigo, a los que te rodean, a los que a ti lleguen, a los que ciegos van - Entrega nuestra luz que llevas de nuestra mano, entrégala y serás.” Sin duda alguna la única forma de salvarse es salvando a otros, solidaridad y altruismo antes que individualismo y egoísmo. Amor, sobre todas las cosas.

En mundo construido por la competencia, la rivalidad y la violencia, no fue fácil acertar el camino hacia el nuevo mundo, pero, ya llegó, ya está aquí. Y yo parado en medio de la ciudad, percibo como ésta también caerá, como esta ilusión del falso progreso, camuflará la catástrofe misma que la destruirá.

viernes, 12 de febrero de 2010

FRAGMENTOS – CXVI

FRAGMENTOS – CXVI

Encontré la sala de emergencias bastante bien, habíamos construido un quirófano, y teníamos un salón con cuatro camas y dos consultorios. El equipo de rayos equis era portátil, pensado tanto para sacar una radiografía pequeña, como de la dentadura, como hacerla funcionar en áreas mayores. Junto a la biblioteca, la imprenta y los talleres, eran toda la tecnología que nos podíamos permitir. La Colonia, debía proveer servicio médico a quien llegara, pero no teníamos médico, aún no. Siempre pensé en reclutar a alguien, pero era muy difícil hablar del apocalipsis y resultar creíble, cuando de tanto escuchar sobre catástrofes ya nadie creía en ellas. Muchas de nuestras habilidades curativas se reducían al conocimiento de medicina natural, manejo de hierbas curativas y prácticas de prevención, pero sabíamos que eso no bastaba.

No pudimos hacerlo mejor. Fue mucho el dinero y esfuerzo que costó montar la Colonia, y más cuando nadie creía que era necesaria. Ahora, los que a ella habían llegado estimaban sus bondades como estimaban su vida misma, sabían que sin ella no vivirían mucho más; y los que no habían llegado, pero tenían conocimiento de ella, debían estar viniendo hacia aquí, como un barco averiado que busca desesperadamente el puerto seguro.

Cuando se vino sabiendo de los primeros sismos, se logró trasladar la ferretería que teníamos en el pueblo, a la Colonia. Ahora teníamos herramientas de sobra, pero no sabíamos qué pasaría en el futuro. También contábamos con una rudimentaria farmacia, pero no era lo suficientemente vasta para que durara para siempre. Había muchas cosas que no logramos terminar, muchas cosas que nos faltaban de esas primeras listas que hicimos cuando empezamos a soñar en fundar este refugio, pero estaba en pie, y con el tiempo se iría mejorando, como se mejora todo lo que se amasa con amor.

La Colonia funcionaba, a mi llegada, con algo menos de treinta personas, pero estaba proyectada para poder albergar a doscientas. Estimábamos que los amigos y familiares que todavía no habían llegado, serían unos cuarenta, pero teníamos que abrirla todo aquél que quiera refugiarse y vivir entre hombres, como hombres.

La ira de los primeros días no se apagaría fácilmente, seguirían las bandas de asesinos, saqueadores y muchos se aprovecharían de los débiles, pero nosotros habíamos vivido para construir una nueva sociedad, la Colonia, era la muestra de ello.

Junto a la imprenta teníamos un aula pequeña, como de treinta plazas, que serviría de escuela y entrenamiento para los niños y los adultos que se formarían en el nuevo modo de vida. Para las reuniones mayores contábamos con una gran salón, un enorme galpón que se podía transformar rápidamente en dormitorio colectivo o en lo que hiciera falta.

No era poco lo que habíamos hecho para fundar la Colonia, muchos habíamos vendido todo lo que teníamos, otros ayudaron con sus brazos a construir cada uno de los módulos del lugar. Lo que empezó con un sueño de dos personas, se convirtió en la esperanza de muchos, y todos pusieron lo suyo para hacerlo posible. No era un sueño, era toda una realidad.

FRAGMENTOS – XCIV

FRAGMENTOS – XCIV


El sol se está atenuando, sus rayos ya no lastiman, si bien son muy fuertes, creo que los podría comparar a cómo eran antes de los sismos. Ayer me encontré con dos familias que iban en una gran casa rodante auto portante y que escuchaban la radio todo el tiempo, me dijeron que los sismos han seguido y que en Oceanía y parte de Asia hay tsunamis y la gente abandona las orillas del mar. También me hablaron de erupciones en muchos volcanes, pero todavía nada serio en América del Sur. Seguramente, el océano Pacífico será el más propenso a traer maremotos y los Andes sufrirán movimientos telúricos, tal vez los volcanes de Chile den qué hablar.

Cuando el sol no está en lo alto, me animo a quitarme el casco y parte de las ropas, es reconfortante sentirlo como una caricia y no como un soplete de acetileno que quiere abrirse paso hacia mis entrañas. Los animales escaparon rápidamente de las ciudades, y hasta en el campo era infrecuente verlos, pero ahora, tímidamente, empieza a hacerse ver. Ayer me crucé con varias liebres y hasta vi un par de zorros colorados entrando a un bosque. Tal vez, de alguna manera, las cosas se están equilibrando. Siempre pienso en las profecías, en todo lo que decían de este apocalipsis y del rol de Argentina, como refugio de la humanidad. Puede ser que por ello, tengamos un período de paz y podamos darnos tiempo de reconstruir nuestras ciudades y salvar a lo que queda del pueblo.

Cuando uno ve a las hordas de asesinos, saquear pueblos y matar a los peregrinos, se hace difícil pensar que esto mejorará, que tendremos tiempo y espacio para recuperar la civilidad y podremos volver armónicamente en sociedad. Pero de nada vale no pensarlo, no desearlo, no trabajar para que ello sea posible. De otra manera nada tendrá sentido.

El planeta se ha sacudido de forma tal de desprenderse de cientos de miles o millones de personas, pero los que queden deberán vivir en un mundo diferente, armónico con la Tierra, sino volverá a sacudirse la parte enferma de la humanidad una y otra vez, hasta curarse del virus en que nos convertimos para ella.

Imagino una nueva sociedad creada a través del respeto mutuo, la cooperación y el cuidado del planeta, y serán nuestros nietos los que lo logren, en nosotros sólo cabe la tarea de darles las herramientas para que puedan llevarlo a cabo y protegerlos para que no cometan los mismos errores que hemos hecho y que han hecho las generaciones pasadas.

Las industrias han desaparecido, no ha red eléctrica que las alimente y muy poco de las cosas positivas que han hecho podrán volver a fabricarse, por lo menos en el corto plazo. Pero hay mucha chatarra, mucha basura tecnológica que podemos reutilizar.

Lo primero será lograr cultivar nuestros alimentos, luego vendrá todo lo demás.

Otros tres zorros cruzan la ruta como a cien metros delante de mí, creo que la esperanza va con ellos, que como ellos deberemos volver a confiar en nuestros instintos y preservarnos del mal. Y ese mal, o la mayor parte de él, somos nosotros.

Tal vez, este soñando o solamente viviendo una pesadilla, pero no logro despertarme. Seguiré en pie, caminando hacia mi refugio, con la fe de las batallas imposibles.