domingo, 7 de febrero de 2010

FRAGMENTOS – CV

FRAGMENTOS – CV

Camino en medio de la nada, he logrado bastante combustible para llenar un bidón y trataré de alimentar el vehículo que me apropié, estoy cansado de caminar, Buenos Aires, debe estar como a cinco días de marcha. Los primeros kilómetros, repletos de cadáveres, fueron los peores, ahora es casi todo campo, a veces, sólo a veces algunas jaurías de perros logran despertar mi atención, sino es todo soledad. La gente de estos lados también se fue.

Sueño que estoy en una casa en la montaña, con cortinas blancas, limpias, que se mecen con una suave brisa, con olor a café recién hecho y a pan tostado, con aroma de naranjas y manos de mujer acariciándome el pelo, sueño que nunca pasó lo que pasó, que todos viven que el mundo es lo que era, pero tengo la sensación constante que si me despierto volveré a vivir la desolación.

Logro encender a camioneta y me atrevo a subirla a la ruta, los cárteles indicadores parecen una broma macabra, ya que nada significan, tal vez al llegar a uno de los destinos enunciados nada sea como debería ser, tal vez no haya lugar de paz, gente viva, alegría en el aire. Pero sigo en la ruta, a veces los perros corren tras las ruedas como si quieran devorarme con hierros y todo lo que me envuelve. La cabina de la camioneta es un lugar seguro pero no sé que nuevos peligros pueden existir. Todavía tiemblo al recordar esa turba de gente matando a muchos por un poco de comida, todavía huelo la sangre fresca de los recién abatidos, secándose al sol entre escombros y autos en llamas.

Cerca de la ruta, quizás a doscientos metros, se ve una luz, como de velas o faroles dentro de una casa, no me animo a detenerme, a visitar ese lugar que puede ser el refugio soñado pero también una trampa. No he visto hordas antropófagas, pero me las imagino, sobre todo en las grandes ciudades, donde siempre se ha tratado de devorar al prójimo, ahora eso debe haberse convertido en literal. A veces me despiertos sintiendo que me clavan dientes en mi carne, he vuelto a sentir miedo por los perros, todos, los más cándidamente llamados domésticos se ha convertido en salvajes por sobrevivir. Se ven jaurías de treinta o cuarenta, e incluso a veces comiéndose unos a otros.

Estoy en pie, voy en el subte con mi traje favorito, sobretodo y portafolio en la mano, salgo a la calle y todo es perfecto, los autos brillan como si fueran parte de una parque de diversiones, la gente se sonríe al cruzarse, todos se saludan con todos, la vida es perfecta, el amor se percibe en el aire. Sé que estoy soñando y aprieto los ojos fuerte fuerte, porque no quiero despertarme, no otra vez. Por Dios.


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