lunes, 8 de febrero de 2010

FRAGMENTOS - LXXVII

FRAGMENTOS – LXXVII

Me recuerdo paralizado, como si una cara fuera mi ataúd en vida, me recuerdo tieso, mudo, ciego, atrapado en cuerpo que siento ajeno pero que sé que es el mío. Todos dicen que estoy en coma, que no puedo sentir nada de nada, se mueven a mí alrededor con lástima, con impotencia, y con esa indiferencia que se suma a lo que no se puede remediar. No sé si retiraron mi cuerpo de un derrumbe o de un accidente, lo trajeron aquí, como para darle un lugar en un mundo que ya no lo siente, pero estoy en él, siento, a pesar de todo, siento y estoy consciente en un cuerpo inconsciente.

Dicen que nadie viene a verme, que ella no resistiría verme así, que aquél amigo o aquél otro estuvieron en el primer instante y ya no regresaron. Nadie sabe lo bien que me haría un abrazo, el tacto de una mano amiga, la sonrisa de un ser amado. Ahora dependo de extraños, de nuevas personas que sientan por mí lástima en lugar de cariño. La falta de cariño es la peor de las llagas, la soledad del corazón, despojado del amor de otros, es la peor de todas las heridas y no cicatriza. Sigue abierta esperando que el tiempo la cauterice o el milagro de un beso enamorado la sane.

A veces me encuentro fumando un puro al borde del río, como si me permitiera una escapada, no sé si realmente estoy allí, o sigo tieso en la cama del hospital. A veces soy el polizón en una fiesta, comparto la mesa, el baile y las risas con gente que no conozco y cree conocerme, pero no sé, tal vez sea sólo un sueño y siga en la cama del hospital.

Todos mi viajes, fuera de mi cuerpo, mis sueños son buscando el amor perdido, buscando esa alma gemela que perdía, como quien pierde el agua fresca entre sus dedos sin poder hacer lo más mínimo para retenerla.

Esta parálisis del cuerpo quizás sea la impotencia para lograr el amor completo, siempre me resultó más fácil sufrir que gozar, me eran más conocidas las lágrimas que los orgasmos, las frustraciones que los éxitos. Treinta mil personas me rodean, estoy en un estadio, en medio del griterío fanático de los hinchas de fútbol de vaya saber qué equipo. Siento la oscilación de3l cemento debajo de mis pies, el latido de un estadio que se hace un ser vivo, desproporcionado, gigante, por el grito y el baile de una multitud, pero sólo recuerdo la cama de hospital y algo me lleva de nuevo a ella. Escapo a la multitud y vuelvo a la celda de mi cuerpo en coma.

Los extraños que me rodeaban en el estadio, los que compartieron la mesa y el alcohol en las fiestas en que me colé, la dulce enfermera que me cuida, todos son ajenos a mi alma, mi corazón sólo clama por ella, por mi amada, lejana, inaccesible.

Estoy en coma, no sólo del cuerpo, mi corazón deja de latir, si no logra latir al ritmo del de ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario