FRAGMENTOS – LXX
Casi no hay gente. Los pocos sobrevivientes han huido del lugar buscando un sitio más seguro. El cerro sobre la ciudad empujó casas y personas hacia el mar, ese lugar paradisíaco se convirtió en la tumba de todo un pueblo. Recuerdo el baile y la alegría de la noche anterior, el olor de los plátanos fritos y la frescura de la cerveza helada, ya no hay mujeres voluptuosas, ni cuerpos bronceados que admirar, solo personas enterradas en vida.
Despierto en una cama limpia y enorme, una camarera de impecable uniforme me trae el desayuno y lo dispone en una mesita blanca en el balcón. A penas vestido con una salida de baño, me siento a disfrutar la belleza del parque que hay enfrente del hotel, el café me despierta y las crujientes tostadas me traen el placer de estar vivo. ¿Y el alud? ¿Lo habré soñado? Vuelvo a la habitación y de repente todo se mueve un sismo ataca, con la misma precisión homicida que aquél alud olvidado. Con las pocas ropas que logré vestirme llego al parque y me junto con cientos de personas que abandonaron sus lugares de trabajo para ponerse a salvo. En un diario que encuentro en un banco, junto a mí, leo que en Oceanía hubo otro tsunami, todo se está cayendo.
¿Habré soñado el alud, el sismo, el tsunami? O sólo es el mundo que se sacude y me alcanza en cada lado. ¿Dónde estoy, en Brasil, en Argentina, en Francia o en el Caribe? E n cada instante vivo la premura del planeta para sacudirse a quienes lo dañaron.
A penas respiro, la habitación está cerrada, puerta y ventana, casi no hay aire, y el calor se hace agobio. No sé si despertar, que habrá allí afuera, qué será peor que seguir en la cama, en el sopor de un sueño.
La foto de ella, está encima de la mesa de luz, apenas entreabro mis ojos para verla, como si quisiera que también ella fuera un sueño. Su sonrisa la llevo entre mis ojos, siempre, entiendo su amor como si Dios me hubiera enviado un lugar donde atar el globo de mi fantasía, para que no siga volando y se queme al llegar al sol.
Su amor es real. No sé dónde está, qué hace, si piensa en mí o me ha olvidado, pero me mantiene enamorado. La amo, casi sin tener en cuenta si ella me ama o no. No es importante saberlo, no puedo llegar a ella, miles de kilómetros y lagrimas me separan de ella, vivo casi en otro planeta, no puedo llegar a sus brazos, ni abrazarla. ¿Habré muerto? Estaré soñando con algo que ya no existe, ¿el amor puede trascender la muerte? No lo sé. El planeta se sacude, estoy en una playa y veo una ola gigante que envuelve a todos y todo, giro en medio del agua y muero, ahogado en esa ola que no termina de caer, giro, giro, mis ojos se resisten a ver la muerte de frente, pero he muerto, como tantas veces, ¿o estaré soñando?
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