miércoles, 17 de febrero de 2010

FRAGMENTOS – XXX

FRAGMENTOS – XXX

Es muy difícil moverse, hacer algo, cualquier cosa, cuando alguien está en coma. Este estado lo vivo como una celda, como un chaleco de fuerza poderoso que me aplasta contra la cama y me inmoviliza. También me impide hablar o comunicarme de manera alguna, ni siquiera puedo abrir mis ojos. A veces, sólo a veces, logro abrirlos un milímetro y espiar a través de esa pequeña rendija, pero nadie lo advierte, ya nadie está pendiente de mí.

Sufro una parálisis y mi cuerpo no responde. Sólo mi mente se encuentra despierta y activa las veinticuatro horas del día, como si ni siquiera necesitara dormir, de hecho sólo recuerdo pequeños cabeceos, como micro sueños de segundos o minutos, no más de eso.

También se me mezclan los sueños con la realidad, al tener una vida “real” tan limitada, vivo en fantasías, en pensamiento y ráfagas de hechos que ya no sé distinguir si son parte de un sueño o los he inventado. Mi vida entera ha sido un invento, como si cada cosa mala que me ha sucedido, la he ignorado inventándome otra versión de las cosas, como si se pudiera borrar la realidad cubriéndola con una pantalla de ilusiones que proyecto sólo lo que queremos.

Esa ilusión me ha costado caro, no he podido seguir la línea recta de la verdadera vida, con sus tropiezos y obstáculos, me fue más fácil eludirlos, cambiando la realidad por una fantasía.

Yo mismo me he puesto en coma, como tratando de cerrar los ojos y obligarme a vivir en sueños, como si tratar de esconderme en una oscura cueva y escaparme de la luz. También me he metido preso, haciendo todo lo que podía para llegar hasta allí. También me he enfermado hasta casi la muerte, produciéndome a mí mismo el suficiente daño para escapar por la vía del suicidio. Buscando a unos y otros, no me hallé, buscando vivir con los demás, me fui aislando, construyendo la soledad más infinita, aquella que sólo se parece a la muerte misma.

No puedo dormir, no puedo moverme, no puedo alcanzar los brazos de mis seres amados, no puedo hacer reír a nadie, no puedo hacer gozar a nadie, estoy en la inmovilidad de la muerte y, lo peor es que yo mismo me he puesto en esa posición.

No encuentro la salida a pesar que yo mismo cerré las puertas y eché las llaves al río, una salida que era una puerta hacia algo nuevo y mejor, pero en cuanto la crucé me vi atrapado en el mismo ciego callejón al que tantas veces había arribado. ¿También esto lo habré soñado o será un lapsus de coherencia donde descubro que sigo escribiendo torcido en reglones derechos? ¿Habré hecho de mí mismo el triste personaje que sólo sabe sufrir, que sólo sabe perder?

Es de noche, una vez más veo fugarse la luz del sol de la ventana de mi habitación del hospital. Ahora esa venta se convierte en un opaco y pequeño ventanal, alto e inaccesible, propio de una celda y hasta las paredes van cambiando. Las veo grises, sucias, o a ratos acolchadas como si estuviese loco y en ese manicomio no me dejaran lastimarme a gusto. Tengo muchos golpes encima, más en el alma que el cuerpo, y los peores daños me los he infringido yo mismo. ¿Cómo se hace para madurar, para dejar de ser el miso y repetido personaje que camina en círculos, en una noria a la que él mismo se ato?

No sé qué será de mí mañana, tal vez vuelva al camino o siga en una celda, tal vez siga en coma o me encuentren colgado de un árbol, pero sea lo que sea, quisiera que fuera real.

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